La gallina se queda con su "pepitilla": la historia que me llevó a cuidar ojos
Este blog, Mía Visión. Merceditas, la Optometrista, es la resurrección de un sueño que nació allá por 2012 como Tú Visión, lo Primero. Tras años de silencio, vuelve con fuerza y con historia. A mis 50 años, después de darle la vuelta al jamón —como decimos en La Mancha—, con caídas, giros y muchas horas de reflexión, siento que ahora sí, estoy lista para contártelo.
Todo comenzó en tercero de BUP. Yo tenía 16 años. Mi tía Carmen —una bonillera cabezona y con montera, como dice el refrán— fue diagnosticada con cáncer ocular. Pero ella, como siempre, lo encaró a su manera, sin dramatismos, con ese humor manchego tan suyo.
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" La gallina se queda con su pepitilla" |
—“Bah, esto no es ná. La gallina se queda con su pepitilla, y yo también.”
Al principio no entendía bien esa frase. Me sonaba rara. Luego supe que la pepitilla era cómo ella llamaba a las lesiones amarillas que salían en la boca de las gallinas enfermas de tricomoniasis. Una manera muy suya de rebajar el peso de la palabra tumor.
Pero había algo más profundo en esa frase. Un día, mientras le limpiábamos el ojo con gasas, entre el olor de las secreciones y los suspiros de mi madre, se lo solté:
—“Tía, ¿y por qué no te operas? ¿Y si eso mejora con tratamiento?”
Ella, sentada con sus rulos y el delantal manchado de harina, me miró con media sonrisa:
—“Mira, Merceditas… Si me lo quitan, luego vienen la quimio, la radio, el hospital… y yo no quiero eso. La gallina se queda con su pepitilla, y yo también. Así, al menos, soy yo la que decide.”
Fue la primera vez que entendí que la salud no siempre va de curarse, sino de elegir cómo vivir lo que te toca.
En septiembre de 1993, me matriculé en Óptica y Optometría. El día 6, justo antes de empezar las clases, tía Carmen falleció.
—"Se llevó su pepitilla", dijo mi madre. Y yo sentí que mi vocación se sellaba ahí, como un pacto entre nosotras.
Desde entonces, he aprendido a mirar más allá de los ojos: a ver la emoción, el dolor, el miedo. Me formé más en agudeza visual, disfunciones binoculares, terapia visual, rehabilitación... y más tarde, en el ámbito de la psicología, porque entendí que no todo se arregla con una lente.
Mis pacientes —niños con ambliopía, estrabismos, bebés con cataratas congénitas, adultos con baja visión o daños cerebrales, exámenes visuales a niños con trastornos del neurodesarrollo o adultos con discapacidad intelectual— me enseñan cada día que la optometría verdadera no es solo técnica: es presencia, escucha y respeto. Y sobre todo, humanidad.
Hoy, este blog vuelve para contar historias como la suya y como las de tantos que pasan por mi consulta. Con rigor, sí, pero también con cercanía y verdad.
Como decía la tía Carmen, cada vez que me veía dudar:
—“Cuida tus ojos, Merceditas… que la vida se ve mejor con claridad.”
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La salud no siempre va de curarse, sino de elegir cómo vivir lo que te toca. |
Bienvenido a Mía Visión. Si una sola línea de estas te ayuda, entonces ya ha merecido la pena.
Un cordial saludo.